A principios de Febrero nos cayó una helada. Mi camioneta amaneció con un ruido medio extraño como de tos de perrito y cubierta de hielo el cual tardamos más de una hora para quitárselo. Estuvimos a -4 grados, pero como dicen los expertos, la sensación era de -10 osease que era un fríototote. Tenía tanto de no sentir mis pies congelados, de ver mi nariz roja, de ver el paisaje blanco que me agarré a tomar fotos como turista gringa.
Llegamos todos tarde al trabajo, pero nos dieron chance. Mi jefe vio que a las 10 se asomaba el sol así que ni pensar darnos salida hasta que el transformador de enfrente estalló e hizo se fuera la luz en toda la cuadra, no le quedó de otra y salimos corriendo como niños de primaria, que en vez de irnos a refugiar a nuestra casita aprovechamos para salir y gastar el poco dinero que teníamos en el bolsillo en trolelotes, café y pan francés recién salido de la panadería de soriana.
El panorama pintaba para estar aburridos en casa sin luz (porque en la colonia la cortaron) pero al llegar a casa de mi madre una mirada me hizo pensar que esos días en que no tenía nada qué hacer se acabaron. Esos días en que tenía que buscar algo en qué entretenerme quedaron en el olvido. Unos ojos borraditos me esperaban alegres cuando me bajé de mi camioneta. Con su gorro de "yaquítamelo" y feliz de verme nos quedamos parte del día bajo el solecito asando carne y elotes.