jueves, 24 de enero de 2008

Los distintos sabores del café


Cuando tenía 12 años mi abuelo Pedro solía llevarme a una cafetería ubicada en el centro de aquí de Matamoros, se suponía que íbamos a comprar el mandado y nos escapábamos a disfrutar de un delicioso café. Me fascinaba escuchar las historias de todos sus amigos, además de que él les presumía que era su nieta mayor y yo me sentía en las nubes. Todo esto lo recordé apenas hace unos días al platicarle a Cris más sobre mi infancia y creo que desde esa época surgió mi afición por el café.

En la Facultad de música, mientras intenté estudiar algo de bajo eléctrico y saxofón, compartía el gusto por dicha bebida con mi mejor amigo de ese entonces, Roberto Díaz, mejor conocido como el Ché, apodo impuesto por mi ya que siempre traía una playera del guerrillero Argentino con alma de Cubano.

El Ché solía invitarme al restaurantito de la facultad, pasábamos horas platicando sobre tontería y media y después de cada clase de teatro nos volvíamos a refugiar en su casa para seguir tomándolo.

Un día se fue de "mochilazo" con su novia y unos amigos a Xilitla, lugar que adoro y al que esa vez no pude ir por falta de "lana", y regresó con el mejor regalo que pudo haberme dado: un bote lleno de café de ese lugar.

Lo tomábamos juntos algunas veces, otras tantas lo compartí con mis hermanos, vivíamos en una casa que parecía comuna hippie y nos servía de mucho, ya que así no gastábamos en el desayuno. En esos días otros amigos que eran originarios de ese hermoso lugar de San Luis Potosí me dijeron que la mejor manera de hacerlo era dejar hervir el agua y al final, antes de apagar la estufa, echar el café, así no pierde su sabor, además añadirle un pedacito de canela y le da un toque diferente y delicioso.

No hay día que no lo tome, haga frío o calor, llueve o truena no falta mi taza al lado mío, acompañándome a leer un libro, ver la tele, platicar con la familia y mi pareja, ver caricaturas con Andrea o simplemente para quitarme un poco el frío, las excusas sobran.
He leído los pros y los contras, y aunque no hago mucho caso de eso, sé que puede llegar a ser adictivo, ya que el día que no lo tomo no me siento tranquila o ando de malas, pero no me importa, algún vicio había de tener. Las grandes ventajas es que hay para todos los gustos, incluso se pueden añadir elementos para hacerlo más apetecible.

De cualquier forma es delicioso. Invito a mis amigos cafeteros y a los que no lo son a darle aunque sea un sorbito, verán la de sensaciones que éste les provoca.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Órale, sabía que te encantaba el café… pero no en qué extremos!! Jajaja, bueno es que en mi caso no me gusta mucho el café… creo que si llego a tomarlo serían 5 veces al año y ya, párenle de contar.. Pero mira, ahorita vengo regresando de Starbucks , de comprar 3 bolsas de 250 grs. de café molido , nariño supremo de Colombia… Quién sabe a qué sabrá, yo lo traje por encargo… =oS Me gustó mucho leer lo que escribiste acerca del café… Siempre con tus relatos haces que uno se imagine y vea la historia que nos platicas… Y mejor aún de fondo canciones de the beatles… ;o)